Los últimos tiempos… aún están por llegar

¿No le has cercado alrededor a él y a su casa y a todo lo que tiene? Al trabajo de sus manos has dado bendición; por tanto, sus bienes han aumentado sobre la tierra. Pero extiende ahora tu mano y toca todo lo que tiene, y verás si no blasfema contra ti en tu misma presencia.

Job 1:10-11

Aunque este blog dormía el sueño de los justos, he decidido desempolvarlo a raíz de la lectura de un libro que ha supuesto el cénit de mi hartazgo y la última decepción respecto de su autor; tan es así que no pienso comprar nada más de este señor.

Permítanme aclarar, antes de nada, la inclusión de la cita del libro de Job: parece que son tiempos en que el diablo anda suelto, con el permiso de Dios. La Iglesia es atacada como institución y como idea, los poderes del mundo se han vuelto contra Dios y la fe es puesta a prueba en muchos ámbitos. Dicho de manera muy gráfica y muy bruta, la mierda corre en cantidad y a gran potencia por los estratos superiores. Pero lo que demuestra la validez del mensaje de Cristo es que por abajo hay un imperceptible goteo de conversiones. Nuevos cristianos reemplazan a los cristianos dimitidos, lo cual asegura por lo menos la perdurabilidad del mensaje, por más que los pastores se dediquen a darse de porrazos con su cayado, a comer, beber y arramblar o a discutir sobre el sexo de los ángeles. También es la prueba de que el mensaje de Cristo es para los pobres, los desamparados y los sencillos y no para los doctiores y los cristianos «bienestantes de misa diaria».

Y entremos ya en materia. De ese libro, lo único que no se puede negar es que ha sido una astuta operación de marketing. El título, que lo tiene todo para captar la atención, reza así: «Los últimos tiempos ya están aquí». Claro. La alusión es muy «lógica»: con el korona, el Nuevo Orden Mundial y la Agenda 2030 parece que todo está a punto de saltar por los aires. Los medios de ¿comunicación? se afanan en acojonarnos, bien sea porque reciben dinero de un Gobierno al que le interesa no ya la tensión, sino el miedo, bien porque a ellos mismos les han dicho «o dais la matraca con habláis de esto u os cerramos el chiringuito».

Puestas así las cosas, está claro que estamos ante un final. ¿Pero final de qué? Aunque supongo que habrá opiniones para todos los gustos, la mía puede resumirse en una frase de la famosa escena mítica de El sargento de hierro: «Estoy aquí para comunicaros que la vida tal y como la habéis conocido… ha terminado». Es decir, ya nada será igual que antes. No volveremos, con toda seguridad, a la vida que conocíamos. Hemos rebasado el punto de retorno. Nadie sabe lo que va a venir; y los que creen que cortan el bacalao sólo tienen su plan y no tienen ni idea, en realidad, si va a funcionar al 100% como lo han previsto (normalmente no ocurre así).

Al margen de las opiniones y volviendo al libro, hay varios aspectos negativos que impregnan el libro y que son los causantes de mi tajante decisión enunciada en el primer párrafo. El primero de ellos es que el señor Zavala, en muchas páginas, se dedica al «chismorreo», tanto religioso como profano, en el cual enreda a veces a Jacinta, la vidente. La buena señora hace lo que puede, aunque en general queda mejor que él.

En segundo lugar, algo que considero grave es que el señor Zavala se dedique a ventilar sus simpatías sobre tal o cual Papa. Naturalmente, todos quedan mejor que Francisco, faltaría más. También en este punto consigue el señor Zavala que Jacinta le haga los coros. Uno comienza a hartarse de que incluso los católicos hablen mal de su líder espiritual. Ya está bastante mal que un payaso ateo como Federico apostrofe al Papa como «montonero, diabólico y siniestro» (más vale que se mire él al espejo y se pregunte); pero que lo hagan «católicos de misa diaria»… sinceramente, creo que Dios se lo demandará. Respecto a eso, sólo significa que en esa media hora o tres cuartos de hora que están en la iglesia no hacen nada malo). ¿Y el resto de la semana? Ah, no: el resto de la semana «que no me moleste Dios. Y si hago algo malo, ya me confesaré… aunque esto ni lo vea mal ni mucho menos tenga propósito de enmienda». Toda esta gente se salta Jn 8,7: «El que de vosotros esté sin pecado que tire la primera piedra».

Volviendo al libro, mi opinión es que es una estafa de libro. Habla mucho del pasado (que ya no existe), del presente (que según ellos no tiene remedio) y poco del futuro, porque ése sólo lo sabe Dios. Se permiten pontificar (él y la vidente) sobre cómo deben hacer su trabajo los Papas. Y luego, como suele suceder, uno investiga y encuentra algunas incoherencias significativas. Por poner un ejemplo, sobre Benedicto XVI: el Papa Ratzinger es «el mejor del mundo»… ¿y es el que permitió el condón con su «doctrina del ABC» y salió corriendo (dimitió) cuando le amenazaron con que el escándalo de los abusos sexuales le iba a estallar en la cara? Puede que fuera teólogo fino y Herr Professor; pero para eso, que se hubiera retirado de cardenal a su Baviera natal y hubiera seguido escribiendo. Y entre bock y bock, una de Schumann. Necesitábamos un Papa como Francisco, «de batalla» y que no se anduviera con paños calientes con el tema no sólo de la corrupción sexual (gravísimo), sino también la económica, que no es pequeña en el Vaticano (como demuestran los diversos libros de, entre otros, Gianluigi Nuzzi). De otras incoherencias no voy a hablar, porque afectan a lo personal y debo dejarlas a la investigación que ustedes puedan realizar.

Para no destripar más el libro y dejar que ustedes se formen una opinión de él, les dejo un enlace con una entrevista de Zavala al P. Fortea. Un repaso muy educativo… sobre todo para aquél.